LOS "CAÑONES" DEL SIL.
Hace tiempo oí hablar de “los cañones del Sil”. Busqué alguna información y no dudé de que sería una de mis “escapadas”. Hubo un primer intento en el pasado mes de septiembre-octubre pero no fue posible. Ahora, con la excusa de la Semana Santa he cumplido el deseo de acercarme hasta allí. Y recorrerlos en catamarán, experiencia muy agradable y que recomiendo. Los accesos al embarcadero de Santo Estevo, provocan, en un principio, cierta desilusión por su precario estado, estrechamiento y desnivel.
El río Sil, afluente del río Miño, discurre por unos parajes naturales, “cañones”, de una belleza excepcional, bien conservados, rodeados por multitud de leyendas y que con su desnivel en la vertical de algunos puntos próximos a los 300 m. no puedes quedarte indiferente.
Estos cañones, abiertos a su visita desde hace unos años, dejan observar, desde el suave desplazamiento fluvial, unas orillas de grandes masas rocosas, ora cubiertos de tupida vegetación, ora la roca desnuda, agrestes, casi sin erosionar, con abundantes e imposibles viñedos desde época romana y tiempos monacales que las han convertido en la singular Ribeira Sacra. Atentamente y advertidos, se pueden apreciar figuras en la roca, modeladas por el tiempo y la erosión, el “obispo de Lugo” y el “obispo de Orense”, ambos con su rama de olivo y cada uno en su respectiva orilla, el “árabe” y el “pensador” entre otros, todo ello desde la vigilancia silenciosa y tranquila de alguna rapaz que sobrevuela las alturas.
Las imágenes que siguen espero que den visibilidad al texto.
El río Sil, afluente del río Miño, discurre por unos parajes naturales, “cañones”, de una belleza excepcional, bien conservados, rodeados por multitud de leyendas y que con su desnivel en la vertical de algunos puntos próximos a los 300 m. no puedes quedarte indiferente.
Estos cañones, abiertos a su visita desde hace unos años, dejan observar, desde el suave desplazamiento fluvial, unas orillas de grandes masas rocosas, ora cubiertos de tupida vegetación, ora la roca desnuda, agrestes, casi sin erosionar, con abundantes e imposibles viñedos desde época romana y tiempos monacales que las han convertido en la singular Ribeira Sacra. Atentamente y advertidos, se pueden apreciar figuras en la roca, modeladas por el tiempo y la erosión, el “obispo de Lugo” y el “obispo de Orense”, ambos con su rama de olivo y cada uno en su respectiva orilla, el “árabe” y el “pensador” entre otros, todo ello desde la vigilancia silenciosa y tranquila de alguna rapaz que sobrevuela las alturas.
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