JARDÍN DEL PRÍNCIPE. ARANJUEZ.
En la visita del pasado 28 de septiembre, en el último párrafo, decía: “Si me es posible, haré otra visita, cuando “el color otoñal” esté mas definido y contrastado”. Y así ha sido.
Ahora, ya mediado el mes de noviembre es el momento de indudable belleza. He vuelto a pasear sosegadamente por el sendero húmedo y alfombrado de ocre y amarillo que en buena parte bordea el Tajo, y en cuyas aguas, de lento discurrir, se refleja la arboleda de uno y otro lado con recoleta tranquilidad a la primera hora de la mañana. Pabellones de caza y cenadores están rodeados y a cubierto de los vetustos árboles del sugerente jardín que, a buen seguro, atesora mil historias de correrías e intrigas palaciegas. Palomas y ardillas se dejan avistar por los escasos paseantes – el amigo Cipriano me acompaña- y el “carpintero” nos deja fotografiar su inacabado refugio nidificador en el robusto chopo.
El paseo continua, pero ya en el Jardín de La Isla. Ahora, las fotografías de este primer recorrido.
Ahora, ya mediado el mes de noviembre es el momento de indudable belleza. He vuelto a pasear sosegadamente por el sendero húmedo y alfombrado de ocre y amarillo que en buena parte bordea el Tajo, y en cuyas aguas, de lento discurrir, se refleja la arboleda de uno y otro lado con recoleta tranquilidad a la primera hora de la mañana. Pabellones de caza y cenadores están rodeados y a cubierto de los vetustos árboles del sugerente jardín que, a buen seguro, atesora mil historias de correrías e intrigas palaciegas. Palomas y ardillas se dejan avistar por los escasos paseantes – el amigo Cipriano me acompaña- y el “carpintero” nos deja fotografiar su inacabado refugio nidificador en el robusto chopo.
El paseo continua, pero ya en el Jardín de La Isla. Ahora, las fotografías de este primer recorrido.
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