"Ahora digo -dijo a esta sazón don Quijote- que el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho". Miguel de Cervantes.

viernes, 13 de marzo de 2015

Nacimiento del Río Cuervo

Cartel anunciador del acceso al lugar del nacimiento del Río Curevo. Vega del Codorno. Cuenca.






A la tercera. Esta es la tercera ocasión en la que visito el atractivo paisaje de una parte de la serranía conquense, la del rio Cuervo, donde a pocos metros de su nacimiento (no accesible para mí) su caudal se precipita desde una alta cornisa cubierta de verde musgo y plantas, dando lugar a bellas cascadas y chorreras de cambiantes imágenes. Y ese era el objetivo principal, conseguir imágenes de esa belleza.



A la salida de Cuenca y por la carretera que se adentra en la serranía, enseguida sorprenden parajes y paisajes de pinares de pino silvestre y singulares pueblos como Uña y Tragacete para llegar a Vega del Codorno donde encontramos el Monumento Natural (1999 ) del nacimiento del Río Cuervo –manantial travertínico-, acotando el lugar abundante vegetación arbórea de olmos, avellanos, arces, pinos laricios y albar y arbustiva como acebos, tejos, etc. que conforman el atrezo de tan singular rincón y entorno de las cascadas. Forma parte del Parque Natural Serranía de Cuenca.



El acceso hasta las cascadas lo es a través de un cuidado tramo de pasarelas de madera arropado por altos pinos silvestres y que lleva hasta el mirador frontal desde el que se contempla la belleza de las mismas, su especial microclima húmedo, láminas de aguas limpias, transparentes y de colores verdosos. Con la visión, el tiempo no importa.



Una vez visitado quedas convencido de haber disfrutado de un lugar espectacular y de que no lo olvidarás fácilmente. El magnífico día lo hizo posible. Las fotografías ayudaran a ello. Vedlas.


 

























martes, 10 de marzo de 2015

Paseo por el Valle del Lozoya



 Zona de recreo. Lozoya. Madrid.

Pensando en un paseo con buen tiempo y temperatura hasta alcanzar el monasterio de El Paular (Rascafria) y visitar el adjunto arboreto de Giner de los Ríos, un aparcamiento a rebosar y gente dispuesta a “sendear” (permítaseme la palabreja), revocaron la idea inicial. Era domingo.

Aún a pesar de ello, la salida fue un encanto de imágenes y sonidos a lo largo de algunos “pie a tierra” que hice y que más abajo las dejaré para compartir con los posibles lectores de las entradas de este blog.

A lo largo del recorrido por los lugares de este valle, el del Lozoya, uno se adentra en una quietud aportada por fincas de cultivo y prados, delimitados por centenarios muros de piedra y musgo, rodeados por tupidas alamedas que jalonan el discurrir del río que da nombre al mismo, dejando sorprendentes colores y formas en las rocas de su cauce, amenizado por cantarín murmullo de la corriente de sus aguas sobre ellas cuando es el momento del inminente deshielo de las cumbres próximas. Las cigüeñas, también protagonistas de los prados, descansan en sus nidos junto a sus polluelos o transportan material para el mejor acomodo de sus moradores. El trajín y vuelos son constantes. La imagen, atrayente para el fotógrafo viajero.

Albares, melojares y rebollares sorprenden –botánicamente- junto a los arroyos en los que también destacan majuelos y endrinos entre otros. No olvidaré las vistas amplias y luminosas de la calmada lámina de agua del embalse de La Pinilla que desde su accesible orilla en la próxima La Fuensanta, permite verlo rodeado de destacadas alturas como Peñalara, Cuerda Larga y Cabeza de Hierro, algunas con reticentes nieves para abandonarlas.

Con la mirada puesta en el pequeño mar y en las cumbres blancas, regreso de un paseo gratificante y soleado. Las fotografías.