Así he disfrutado y sentido en mis paseos de días pasados en la tierra que en su momento me eligió para que la amara, de tal forma que no fuese posible olvidarla y a la que vuelvo apenas me hace un guiño. Es la pedrocheña tierra de Belalcázar.
Sobre campos embarrados y caminos inundados he recorrido sus alrededores, mirando atentamente hacia el suelo y “apuntando” a la abundante flora salvaje y primaveral, que, de forma atrayente, se ofrecía a ser “retratada” en sus recatadas dimensiones, con toda humildad y sencillez, sabiéndose ella protagonista indiscutible de la belleza del paisaje. A la colección fotográfica me remito. Disfrutadla como yo.
1 comentario:
Como siempre bueno.
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