Lagunas de Ruidera. Ciudad Real |
En
la entrada de este blog de 27 de mayo de 2009 y con motivo de mi segunda visita
al conjunto lagunar de Ruidera, al final del texto con el que comenté esta,
terminaba escribiendo: “Como siempre, las fotografías, auténtico regalo
paisajístico”. Y en esta enésima visita (la quinta) lo sigo manteniendo.
En ellas, el paisaje,
ahora otoñal, sigue siendo de gran belleza, los travertinos trasiegan el
líquido elemento con el mismo o superior caudal de entonces, sus fondos,
transparentes de arena y limo blanco, presuponen limpieza de aguas y por tanto
procuradoras de hábitat alimenticio y de resguardo de las aves acuáticas que
añaden mayor encanto al lugar, y su vegetación de carrizos y eneas, de vistoso color otoñal.
No puedo terminar este
breve texto sin mencionar un emocionante y excepcional momento acaecido en esta
visita cuando –con la grata compañía de Antonio y Quique- nos topamos con una
familia de seis o siete cabras monteses a pie de asfalto, dejándonos –eso sí, un
poco nerviosos- disfrutar fotográficamente de sus desplazamientos por el
roquedal inmediato. Esto será el motivo de la próxima entrada. Entre tanto,
insisto, “las fotografías, auténtico regalo paisajístico”.
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