Descubrir rincones
solitarios siempre es sorprendente. El de hoy ya lo encontré allá por enero del
pasado año cuando me sorprendió en él, el “abrazo de la glicinia”, trepadora
que se soporta en otras plantas. En esta ocasión lo he redescubierto en su
banco blanco, embutido en el perímetro de una de las glorietas de “los tilos”
en el JB.
El banco, solitario,
llamativo y aislado, debe guardar las intimidades del paseante que utilice su
acomodo, reflexiono. Horas de pensamientos intranquilos unos, confusos otros, callados
siempre, junto a breves murmullos pasajeros y con la mirada perdida en las
hojas caídas de los tilos, celosos guardianes de ellos y aprovisionadores de
sombra en su tiempo. Por un momento………. Nadie.
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