La luz en la dehesa es
especial. La del atardecer lo es más aún como epílogo de un día aún caluroso,
emotivo y de recuerdo hacia los seres queridos que configuran estas fiestas de
primeros de noviembre, cuando el otoño ya va mediado y sus atardeceres son
adelantados y el sol, ya rozando el horizonte, cubre de color miel las lomas,
unas de rastrojo, otras apuntando la siembra temprana.
En este momento del
atardecer, algo alejado de las últimas plegarias y a orillas de un solitario camino
me dispuse a guardar en mente y soporte consistente las sensaciones que producían
las consecutivas imágenes de la desaparición del astro rey en la lejanía
montañosa y oscurecida, mientras las altas nubes adquirían tonos anaranjados.
Estaba en la dehesa belalcazareña.
2 comentarios:
Poeta, que eres un poeta tanto escrito como gráfico. Un abrazo amigo.
Favor que me haces.Gracias,Rafael
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