Jardines del Príncipe. Aranjuez. Madrid |
Si hay para mí un
lugar de repetidas visitas otoñales ese el de los reales jardines de Aranjuez.
En esta ocasión también lo es y me refiero al Jardín del Príncipe que, creado
por Carlos IV, da importancia al Real Sitio, por su destacada riqueza botánica formada
por plátanos, cipreses, castaños de Indias, pinos, fresnos, robles etc, así
como por sus realzadas puertas de acceso, obra de Juan de Villanueva con
columnas sobre basamentos de piedra y cornisas jónicas que sustentan
geniecillos con flores. Además lo completan templetes clásico y chinesco y
monumentales fuentes como las de Narciso, Apolo y los Cisnes.
Sus amplios paseos,
ahora alfombrados por el otoño, proporcionan sosiego y disfrute y ocasión
óptima para despejar cualquier empaño mental con sus colores abigarrados y el
encuentro ocasional con unos vivos habitantes de sus suelos y alturas. Uno de
estos paseos, gratamente interrumpidos por el “ir y venir” de las veloces e
inquietas ardillas y por entre cuadriculas de ahora desnudos manzanos, nos
lleva a la hermosa fuente de Narciso que junto a su perro, a punto quedan de
caer en adornado tazón que sujetan fornidos Hércules. Sabedores del tiempo de
funcionamiento de sus surtidores, llegamos al momento de su máximo esplendor.
Las imágenes que ahora
se pueden ver, corroboran su grandeza y merecedora visita otoñal. No olvidarla
para la época primaveral.
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