Lindada por el
novelesco rio Tormes antes de ofrecer sus aguas al gran rio Duero, he
encontrado una vez más una ciudad tranquila de la que se desprende, al unísono,
historia y arte, componentes fundamentales para formar parte del patrimonio
universal desde 1988. Me refiero a la ciudad natal del cervantino Lázaro
–pícaro y astuto- de Tormes, como no, y de su definido amo, el Ciego. Esta es,
Salamanca.
El paseo que ahora
presento, nocturno, corto y placentero, está reducido al espacio central del
entorno histórico y monumental de Salamanca, y de sus rincones atractivos,
vivos a pesar de la ausencia universitaria. Luz y belleza. Edificios inmensos
de destacados tonos dorados. Todo ello obliga al revoloteo de los sentidos. Y a
volver.
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Un abrazo
Antonio
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