Así es el paseo de
hoy, entre parques, el Parque de Cuña Verde y el Parque de San Isidro. No desconocidos
pero si nunca visitados a pesar de estar en lugares de paso obligado. Y ha sido
un paseo agradable, aunque inicialmente un amenazante nublado pretendía que no
lo fuese.
En el primero, despacio
y observando atentamente, alegran la vista –y la fotografía- las distintas
plantas que aún a mediados de este otoño y sobre un fondo verde, enseñan otro
color como el amarillo de las todavía cerradas flores del trébol y el popular “diente
de león”, el preciso marrón de las láminas de un “hongo” recién cortado o el
rojo de una rosa desubicada de su tiempo. Todo ello dentro de un marco otoñal
de arboleda colorista, un peral ya luciendo una tupida blanca envoltura floral
y una glorieta central con pérgola circular con largas ramas de rosal de altura,
y su centro, futura espléndida rosaleda.
El segundo, El Parque
de San Isidro –madrileño de por si- ofrece una clásica entrada señalada por dos
grupos de dobles columnas que soportan un bello fragmento de la arquitectura
clásica: arquitrabe, friso y cornisa. Avanzando y siempre atento, también
ofrece plantas, arbustos y árboles que delimitan parte de su extensión, dejando
para el final vistas impresionantes del horizonte monumental –ahora se dice “skyline”-
de gran parte de Madrid, reconocibles desde un primer momento, la Torre de Madrid,
el Edificio España, el macizo catedralicio de Nuestra Señora de la Almudena y
una modernista torre denominada “Faro de Moncloa”, que ensombrece la cercana pero
esbelta del Museo de América.
Me complacería disfrutaseis
de las fotografías que a continuación dejo. Yo si lo hice. Y conocí más de Madrid.
Me despidieron las cotorras argentinas que no se preocuparon de mi presencia.
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