"Ahora digo -dijo a esta sazón don Quijote- que el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho". Miguel de Cervantes.

viernes, 30 de enero de 2015

Imágenes de la dehesa. Invierno



 Mañana de niebla en la dehesa belalcazareña


Algunos días han pasado desde el último paseo por la dehesa belalcazareña, quedando convencido de que es un privilegio vivir cerca de ella y contar con su encanto –encanto invernal en este caso- y teniéndola como un indudable tesoro natural.

La dehesa es un ecosistema netamente mediterráneo, con abundancia de encinas, quejigos, alcornoques, coscojas y bajo matorral en el que, junto a aulagas, jaras, retamas y romero y otras plantas autóctonas, crece una flora genuina y acoge a una diversidad faunística que la caracteriza de forma inequívoca.

La dehesa en invierno registra una actividad que la conforman sus “habitantes” –algunos ocasionales- que requieren de ella la bellota como base de su alimentación natural y que es facilitada por las citadas encinas y quejigos que la pueblan. Este periodo alimenticio es el denominado “montanera” para el caso de los cerdos.

Y cómo no, territorio de acogida de grullas –con atronador trompeteo y hermosa silueta- en el que temporalmente descansan y se protegen en estos parajes con sus temperaturas benignas y sustento cómodo y abundante, protagonizado también por la bellota. Ganado lanar y vacuno –estos de ocupación continuada del territorio- la pueblan de forma extensiva.

Nieblas, escarchas, grullas posadas y en vuelo – alterado por las aproximadas evoluciones en altura de algún buitre leonado- son imágenes obtenidas a prontas horas de la mañana en este paseo por la dehesa belalcazareña. Completan el conjunto las tomadas al atardecer y próximas a los ciervos – expectantes de mis intentos de pasar desapercibido- con la luz rasante que ya disminuía su temperatura y color y son el resumen del citado encanto y privilegio de su cercano contacto.
 




























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