En uno de mis paseos por el Real Jardín Botánico de Madrid, algo antes de estas fechas y “fuera de lugar”, encontré un pequeño bulbo de aspecto poco atractivo y seguramente caído del transporte que, entre otros muchos, y convenientemente cuidado, conformaría con ellos un magnífico plantel de flores otoñales que tanto enseñorean los parterres cuando no hay la abundancia floral de primavera.
Una vez en casa y sin esperar resultado cierto, planté el bulbo dispuesto a atender su desarrollo si es que se producía, dado el dudoso aspecto de vitalidad que presentaba. Craso error el mío. Pasado el tiempo -mes y algo- dos puntos verdes asomaban con visos de fortaleza y decididos a enseñar su “capítulo”. Días después, esto es lo que se podía contemplar.
Una vez en casa y sin esperar resultado cierto, planté el bulbo dispuesto a atender su desarrollo si es que se producía, dado el dudoso aspecto de vitalidad que presentaba. Craso error el mío. Pasado el tiempo -mes y algo- dos puntos verdes asomaban con visos de fortaleza y decididos a enseñar su “capítulo”. Días después, esto es lo que se podía contemplar.
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